“Trazar genealogías es un asunto profundamente político y literalmente creativo. Nuestra apuesta es hacerlo reconociendo nuestra mirada parcial y situada. Se trata de una genealogía atravesada por nuestra experiencia que afirma su dependencia de otras historias y su vulnerabilidad al paso del tiempo” (Fernández y Aireneta, 2013: 45).
Podríamos situar la contribución de Donna Haraway, cuando cuestiona la neutralidad y la objetividad de la ciencia en su texto “Conocimientos situados” (Haraway, 1995b), como un precedente de metodología queer. En el texto, la autora desarrolla el concepto del “privilegio de la perspectiva parcial” (Haraway, 1995b: 313), una forma de objetividad feminista que reconoce la parcialidad de la mirada de cada sujeto. “La alternativa al relativismo son los conocimientos parciales, localizables y críticos, que admiten las posibilidades de conexiones llamadas solidarias en la política y conversaciones compartidas en la epistemología” (Haraway, 1995: 329). Haraway reflexiona sobre la falta de neutralidad del punto de vista desde el cual miramos (Biglia, 2012: 207) afirmando que “la visión es siempre una cuestión del ‘poder ver’ y, quizás, de la violencia implícita en nuestras prácticas visualizadoras” (Haraway, 1995: 330).
“Frente a la vista de los tecnopornógrafos, esos teóricos de las mentes, los cuerpos, los planetas, la vista puede reconstruirse en beneficio de activistas y defensores comprometidos en ajustar los filtros políticos para ver el mundo en tonos rojos, verdes y ultravioletas, es decir, desde las perspectivas de un socialismo todavía posible, un ecologismo feminista y anti-racista y una ciencia para la gente” (Haraway, 1999: 122).
Este potencial que tiene la perspectiva situada, el privilegio de la mirada parcial sobre el que reflexiona Haraway, podríamos enlazarlo con las reflexiones de Jack Halberstam cuando nos habla sobre “la mirada transgenérica” (Halberstam, 2004). Halberstam va un poco más allá, y nos explica como la mirada del sujeto “se ha expandido para incluir las “miradas queer”, las “miradas opuestas”, las “miradas negras” y otros modos de mirar no representados en las sucintas estructuras de la mirada masculina o la mirada femenina” (Halberstam, 2004: 56). Halberstam cita a Mirzoeff para sugerirnos una apertura de nuestra mirada fija en una época de “múltiples puntos de vista” (Halberstam, 2004: 58):
“Un modo de ver transeúnte, transnacional, transgenérico que la cultura visual trata de definir, describir y deconstruir a través de la mirada [look] o la ojeada transversal [transverse look or glance] –no una mirada [gaze], ya ha habido suficientes miradas” (Mirzoeff en Halberstam, 2004: 58).
Este cuestionamiento de la neutralidad y la objetividad de la mirada podríamos conectarlo también con el trabajo de Lucas Platero. La influencia de la teoría queer en Halberstam y Platero es evidente cuando hacen énfasis en que el término queer empleado como verbo (queering), para describir acciones, movimientos y pensamientos, puede producir un cambio de perspectiva (Platero, 2015c: 80). Platero propone el concepto de “interseccionalidad” como metodología feminista y queer (Platero, 2015c: 81) cuando plantea que el “género es una categoría dinámica que está interrelacionada con las demás desigualdades” (Platero, 2015c: 80).
“Esta expresión del pensamiento crítico, como es la teoría queer, está fuertemente emparentada con el anti-racismo, la post-colonialidad, los estudios críticos con la diversidad funcional o el propio feminismo de la tercera ola, que en su conjunto presentan batalla frente a la idea de la normalidad” (Platero, 2015c: 80). “
Para la elaboración de “Masculinidad femenina” (Halberstam, 2008), Halberstam llamó por primera vez “metodología queer” a una metodología de investigación flexible que suponía “una cierta deslealtad a los métodos académicos convencionales” (Halberstam, 2008: 32).
Una metodología queer es, en cierto sentido, una metodología carroñera, que utiliza diferentes métodos para recoger y producir información sobre sujetos que han sido deliberada o accidentalmente excluidos de los estudios tradicionales del comportamiento humano. La metodología queer trata de combinar métodos que a menudo parecen contradictorios entre sí y rechaza la presión académica hacia una coherencia entre disciplinas” (Halberstam 2008, 35).
La propuesta de Halberstam ha influido notablemente en algunas investigaciones feministas desarrolladas en los últimos años en nuestro contexto. Gracia Trujillo por ejemplo, también hace referencia a Halberstam en “Archivos incompletos. Un análisis de la ausencia de representaciones de masculinidad femeninas en el contexto español (1979-1995)” cuando explicita haber utilizado una metodología queer (Trujillo, 2015: 43). También Lucía Egaña hace referencia a Halberstam, cuando escribe “Metodologías subnormales” (Egaña, 2012) donde plantea la metodología de su investigación como un “método bastardo, intuitivo, serendípico, mal-hecho y ante todo incorrecto como tal” (Egaña, 2012) y en el que afirma que “una metodología es siempre una ficción. Como una biografía, un cuerpo, una identidad” (Egaña, 2012) para acabar proponiendo “la intimidad como devenir investigativo” (Egaña, 2012). Esta idea de que una metodología es una ficción y que la intimidad podría convertirse en un devenir investigativo ya había sido propuesta previamente por Paul Preciado al escribir “Testo Yonki” (Preciado 2008b). Basándose en la experiencia de Sloterdijk en “Experimentos con uno mismo” (Sloterdijk, 2003), Preciado propone su experiencia personal, como una metodología de la intimidad, una “tecnología del yo” o un “proceso autocobaya” (Preciado, 2008: 15). En “¿Es el análisis interseccional una metodología feminista y queer?”, Platero afirma que no existe una única metodología queer, de la misma manera que no hay una única metodología interseccional, feminista, postcolonial o antirracista (Platero, 2015c: 83).
“No solo las metodologías críticas ya conocidas y legitimadas, sino aquellas que están aún en proceso de creación y que carecen del suficiente reconocimiento, son las que nos pueden permitir alcanzar nuevas comprensiones sobre nuestra realidad cambiante. La capacidad de soñar e imaginar con otras formas de pensar nos ayuda a desarrollar nuevas formas de resistir a la imposición de la normalidad, los binarismos y la invisibilidad, que forman parte inherente de las sociedades capitalistas” (Platero, 2015c: 90).
Las experiencias de Haraway, Halberstam, Platero, Trujillo, Egaña y Preciado nos invitan a repensar desde una perspectiva feminista y queer, qué metodologías utilizamos a la hora de realizar nuestros proyectos de investigación, pertenezcan o no al ámbito académico, proponiéndonos nuevas formas de abordar estos procesos investigativos a través de los cuales podemos ampliar nuestro contexto, salir del marco, reivindicar nuestra experiencia personal como objeto de estudio y liberarnos de la presión de la coherencia y la imparcialidad.