Archivos contra-históricos

“L. ha heredado una pérdida, una tradición perdida. Es preciso recordar inventando, hacer memoria imaginando, desenterrar los nombres de las que fueron como L. en cada nueva palabra. Es entonces cuando aprende a leer en el lenguaje de la ciudad los signos cifrados de una tradición oculta: Archibollo. […] Rastrea atentamente: detrás de cada espacio dominado por la red de disciplinas hay un punto de fuga por donde empieza el afuera, un paisaje de acontecimientos” (Preciado en LSD, 1998).

En Archivos contra-históricos presentamos seis genealogías interconectadas entre sí. Para nombrar las genealogías hemos utilizado de forma paródica algunos lemas acuñados por el propio movimiento feminista como una manera de remarcar el carácter militante de la investigación, de mostrar la diversidad de los debates feministas y de representar la multiplicidad del sujeto feminista. En esta parte de la investigación se articulan algunos de los hilos temáticos que los movimientos feministas, queer y trans han desarrollado a lo largo de los últimos cuarenta años, vinculando toda una serie de acontecimientos históricos, artistas, colectivos, exposiciones, jornadas, seminarios y obras artísticas que conforman un amalgama complejo de las relaciones entre el arte y la política en nuestro contexto.

En “Papeles para todxs. De la Ley de Peligrosidad Social a la Ley de Identidad de género” desarrollamos una genealogía desde los años setenta hasta la actualidad en la que podemos observar la evolución que el Movimiento de Liberación Homosexual, el Movimiento de Liberación de la Mujer y el Movimiento Transexual han tenido en nuestro contexto. Un breve recorrido desde sus primeras acciones y manifestaciones callejeras en la década de los setenta, momento en el que recién finalizaba la etapa franquista y en el que la Ley de Peligrosidad Social de 1970 todavía se mantenía en vigor, pasando por las reivindicaciones y manifestaciones de los años ochenta para conseguir la aprobación de la ley del Divorcio en 1981 y del Aborto en 1985, momento en el que surgieron nuevas alianzas y numerosos desacuerdos entre los diferentes colectivos, hasta los principios del del nuevo siglo, en el que se aprobaron la Ley del Matrimonio homosexual en 2005 y las Leyes de Igualdad e Identidad de género en 2007. Este trayecto nos muestra cómo las personas que se encontraban en los márgenes de la sociedad fueron organizándose colectivamente en contra de las opresiones que sufrían para reclamar el acceso a la ciudadanía y cómo, en este camino lleno de alianzas y rupturas, surgieron las primeras líneas de fuga hacia las otras genealogías propuestas. 

En “Ni porras ni pistolas, tijeras para todas. De la necesidad de un imaginario lesbiano” desplegamos la primera de estas líneas de fuga que surge a finales de los años setenta, momento en el que las primeras lesbianas comenzaron a reivindicar una lucha específica. Las primeras lesbianas que comenzaron a movilizarse lo hicieron en el interior del Movimiento Homosexual y muchas de ellas también integradas simultáneamente en el Movimiento Feminista (Trujillo, 2008). Con la celebración de las primeras jornadas de lesbianas a principios de los ochenta comenzaron a surgir los primeros colectivos a lo largo de toda la geografía española y se produjeron las primeras alianzas. Preocupadas por la invisibilidad en la que estaban inmersas, escogieron la revista y el fanzine como modo de expresión propio (Trujillo, 2008). Con la aparición en los años noventa del “capitalismo rosa” en nuestro país, surgieron algunos colectivos de lesbianas y un puñado de artistas que, influenciadas por la teoría queer, subrayaron la necesidad de crear una cultura lesbiana propia.

En “El eje del mal es heterosexual. La irrupción de las “multitudes queer” presentamos el momento en el que un conjunto de colectivos, influenciados por las teorías queer anglosajonas, comenzaron a movilizarse en nuestro contexto. En los años noventa, mientras se estaba desarrollando el movimiento LGTB con un carácter más moderado, el movimiento queer español se ubicó en los márgenes (Trujillo, 2005), defendiendo su autonomía y rechazando su participación en la política formal (Solá, 2012). Queer, que significa algo así como raro, extraño, desviado, se convirtió en un vocablo que tuvo una importante fuerza movilizadora, un término paraguas que aglutinaba cualquier disidencia sexual y que les permitió cuestionar el inmovilismo de las categorías identitarias (Trujillo, 2005). Con la aparición de los primeros casos de sida en el contexto español, toda una serie de colectivos respondieron frente a la pasividad del las instituciones sanitarias y del movimiento LGTB. La Radical Gai, LSD y RQTR, en alianza con otros colectivos internacionales, realizaron las primeras manifestaciones de denuncia y las primeras campañas de prevención del sida. Estos primeros grupos queer escogieron el fanzine, el cartel y el pasquín como modo de expresión, desarrollando simultáneamente estrategias de representación hiperidentitarias y postidententitarias, con las que desplazaron las identidades y las estrategias políticas.

En “¿Cuál es mi género? El que me da la gana. La teoría queer y el contexto del arte español” abordamos el momento en que se introducen a finales de los años noventa las prácticas feministas y las teorías queer en el espacio institucional del arte de la mano de la primera generación de artistas españolas con clara conciencia feminista. El desarrollo de estas prácticas a caballo entre lo político y lo artístico fue posible gracias a la voluntad de una colección de artistas y comisarias/os que, influenciados por el pensamiento feminista y las incipientes teorías queer, consiguieron que instituciones artísticas como Arteleku, Montehermoso, el Koldo Mitxelena, el EACC, el MACBA, el MNCARS, UNIA arteypensamiento, entre otros, alojasen los debates acerca de la desnaturalización del sexo y la performatividad del género dentro de sus espacios, produciéndose un cuantioso número de exposiciones, jornadas y seminarios a lo largo de los tres décadas.

En “Mi cuerpo, mi vida, mi forma de follar, no se arrodillan ante el sistema patriarcal. Del Postporno al activismo Feministapornopunk” desarrollamos una genealogía donde podemos observar la influencia que han tenido en nuestro contexto los debates sobre la pornografía entre el feminismo anti-sex y pro-sex estadounidense que tuvieron lugar en las décadas de los ochenta y los noventa. El feminismo pro-sex fue calando en el contexto español a partir de finales de los años noventa y principios de la década siguiente, cuando comenzaron a producirse un boom de encuentros institucionales y autogestionados (Solá y Pérez, 2013) de los que surgieron toda una colección de colectivos feministas “postporno”, y más tarde “feministapornopunk” (Preciado, 2013b), que comenzaron a reivindicar políticamente el espacio público a través de sus prácticas de disidencia sexual y a reclamar una producción pornográfica realizada a través de metologías do-it-yourself.

Por último, en “Aquí, esta, la resistencia trans. Transfeminismos y Despatologización Trans” realizamos un recorrido desde las primeras reivindicaciones del movimiento transexual en los años setenta, pasando por la aparición de los primeros colectivos que conformaron el movimiento trans prodespatologización en 2007, hasta la llegada del llamado transfeminismo. Las primeras asociaciones de transexuales femeninas surgieron en el interior del Movimiento Homosexual y tras los primeros desacuerdos internos, comenzaron a organizarse de forma autónoma. Los debates sobre transexualidad entraron en la agenda feminista a principios de los años noventa y un poco más adelante surgieron las primeras asociaciones de transexuales masculinos. Una década más tarde se comenzó a articular el movimiento prodespatologización trans, que surgió con la intención de sacar la transexualidad, definida como una enfermedad mental, de los manuales internacionales de diagnóstico psiquiátrico. Las Jornadas Feministas de Granada de 2009, en las que por primera vez participaron trans masculinos, supusieron el detonante del llamado “transfeminismo”, una nueva alianza que permitirá la articulación de toda una serie de discursos minoritarios y que pondrá en evidencia la multiplicidad del sujeto feminista (Solá, 2012).

La evolución de toda una serie de teorías que han abordado el género desde una perspectiva feminista y el desarrollo de todo un conjunto de micropolíticas identitarias a partir de los años noventa en el contexto español, ha tenido como consecuencia un cambio político y estético evidente en la representación artística del cuerpo, estableciendo nuevas relaciones entre la teoría, la práctica política y la representación artística. 

Este proyecto artístico relaciona el contenido propio de la investigación, la herramienta ontológica del archivo y los cuerpos que despliegan estas prácticas tecnológicas en el territorio. Un laboratorio experimental donde podemos comenzar a retorcer las herramientas ontológicas del saber oficial en el encuentro con saberes que desestabilizan los planteamientos binarios de género y podemos hackear el archivo a través de herramientas deconstructivas como la parodia o el travestismo.